Espléndido

Con una noche blanda no se arma un ramo de margaritas. En su propio mutismo el propio girasol dejó caer el disfraz y con él una que otra pepita. Ya no había sabores, olores, colores, y el sol llevaba tiempo sin intentar asomarse a la ventana y desde la pared asomaba una vieja sonrisa que había olvidado su recuerdo…

Son sólo palabras, la lista de opciones que conforman una escena, como tantas otras, con un destino fácil de adivinar, y los motivos poco singulares. Repitiendo la historia, como tantas veces: arquetipos de héroes, mártires con causas incomprendidas, lucha social sin frutos, batallas de corazón y mariposas destiladas. Una vez más, como tantas veces que vendrán. Un pozo ante una nueva cima. Pero en esta ocasión quizá le baste una oración, una esperanza aunque venga de un hueco inapropiado.

La soledad era así, o también es así, y en la siguiente primavera quizá el gato deje de maullar, de pedir caricia y olvide ronrronear. El girasol soñará con un sol eterno, y las noches blandas serán la fantasía de otro disfraz mientras otro estómago se retuerza con antiguas orugas.

Sí, como un ensayo de cinco párrafos, atendiendo a una necesidad que, al menos, otorga un próximo objetivo. Se aburre el lector y lo espléndido se estigmatiza al pasado. La vieja historia no será nueva. Éstas palabras se tornan inútiles, y la protagonista pierde la oportunidad de ser víctima.

Silencio…