Un pequeño surrealismo

Hace una serie de años, una película del héroe mexicano El Santo, ganó un premio cinematográfico a la mejor película surrealista. Y no era para menos, desde el punto de vista de aquellos que la vieron sin vivir en este país. Pero cabe destacar que no era precisamente una película surrealista lo que buscaban sus productores, sino simplemente elevar al mundo la existencia de un luchador, así como tantos otros héroes han saltado al imaginario mundial como Superman, Spiderman y Batman, entre muchos muchos otros. Con el paso de los años, y con la serie de eventos y situaciones que México ha demostrado al mundo que sí hay algo de surrealista en este país, y no sólo por lo que hacemos, o lo que demostramos, sino porque parece estar inmerso en nuestra estructura de pensamiento, y es que hemos pasado a mucho más que una simple película…

Vamos, nos hemos dado la oportunidad de convivir con la muerte con tanta naturalidad y al mismo tiempo tanto miedo, que su burla y su presencia, se hacen ver con tanto colorido que pareciera tratarse de los saris de la India en medio de un campo turbio, o de un campo de tulipanes en Holanda. Nos encanta, sí señor, la garnacha, y hemos incluso llegado a crear helados con sabor a taco (aunque la verdad no se me antojan mucho que digamos). Nos damos la libertad de preguntarle a la población sobre la existencia de una ciclopista en la capital del país, para luego construirle puentes imposibles de subir incluso a pie. Tenemos un lago, el de Chapultepec, que en un parpadeo se vació, como cuando en las caricaturas alguien destapa la coladera de la tina. Nuestras dependencias de gobierno se quedan sin luz, siquiera para entregar el más simple documento burocrático por falta de pago del servicio. Tenemos manifestantes que desnudos y armados de machetes defienden su derecho de propiedad, negando la oportunidad de construir nuevos terrenos federales. Tuvimos a bien traernos a un emperador europeo para gobernarnos, porque después de ser independientes del control español, no confíabamos en que nadie aquí pudiera hacerse cargo de portar tal título, a tal grado que finalmente lo desterramos y volvimos loca a su mujer. En las carreteras más desoladas, existen hombres con carretillas llenas de tierra que van «tapando» los hoyos por falta de mantenimiento, y esperan recibir una propina de parte de algún viajante. Tenemos mendigos méndigos, que en lugar de pedir un peso piden diez mientras cargan la cuba en la otra mano a plena luz del día. Por supuesto que contamos con nuestra tan famosa lucha libre, que de tan importante, vienen sus iguales de Japón a graduarse en nuestras lonas. Las pulquerías y cantinas a un lado de la puerta de los templos religiosos no escasean, mientras que los salones de baile donde se prohibe la venta de alcohol se encuentran en las peores y más recónditas zonas de la ciudad. Somos mexiacanos, y nos encanta, tanto que te abrimos la puerta, pero nos vengamos por la espalda.

Pero quizá la última de tantas haya sido la última y más reciente noticia sobre nuevas obras en nuestra capital, ya que parece que un suizo que necesitaba dinero, y habiendo ya plagado a Europa con funiculares, convenció a nuestro jefe de gobierno de que quizá sea una buena idea poner en uno en nuestra limpia y poco contaminada capital. Yo me supongo que si este existiera, subir sería perderse en una espesa nube, y cuál paisaje, si lo turístico es estar en medio de la capa de smog que ondea a la par de nuestras banderas. Pero no se puede esperar mucho cuando la Secretaría de Salud decide que es hora de implementar un plan contra la obesidad en los niños (porque ya llegamos al primer lugar en obesidad en el mundo, y no es ningún orgullo), acompañado de comentarios que culpan a la leche entera de la obesidad, porque la verdad es que parece que preferimos tomar agua pintada con leche sin lactosa ni grasa ni na, es decir pintura, a darnos un respiro de los gansitos, las tortillas, pambazos, quesadillas y gorditas (que si alguno de estos debería de ser culpado, serían para mi más profunda pena, las gorditas que de a gratis no se ganaron su nombre). Así que es probable que la leche que se reparta ahora en los establecimientos de apoyo, no sea más que una pinta, cobrando lo mismo, y aumentando los índices de desnutrición que tanto abundan en los confines de nuestras nopaleras.

Que no se diga, yo también le entro a esto del surrealismo, si no por nada también me olvido de la historia, porque muchas cosas se me pasaron por alto, y la garnacha me gusta, y la digiero sin problemas, mientras que aquello de los productos de soya me aprece la mayor abherración. Pero me encanta aquello de cuán malinchistas somos, pero bien que cuando nos vemos allá, en algún rincón del  mundo, con un paisano, nos decimos a bien y con cariño «Viva México, cabrones», que seremos muchos, y no tan machos, pero siempre cabe la plática de la mejor tortilla de mi tortillería.

Los extremos del 14

Más allá que la razón por la cual San Valentín es «San Valentín» esta fecha se caracteriza, como lo he descrito en años anteriores (Este 14 yo digo), por la mercadotecnia y los corazoncitos que van plagando todo tipo de objetos, hasta volverlos inservibles. Pero más allá de los objetos materiales, se encuentra el sentimiento que se acompaña. Se suele asegurar que hay que tener una pareja en esta fecha para poder celebrar, aunque sea besar, aún si ésta solo es por un día, o si estamos a dos de terminar la relación… Vamos, es 14 de febrero y nadie termina una relación un día como hoy. Pero me levanta de mi silla ver la tremebunda cantidad de mujeres que se deprimen ante la soledad en tan cotizada fecha, y que buscan consuelo en algún tipo de plástico relleno de aire ligero, o en la negación y discriminación de todo aquél que se encuentra en disposición de ser «a Valentine». ¿Y los amigos?

Para empezar eso de que los corazones de todas formas y colores (desde globos, espectaculares, plumas, tarjetas, peluches y hasta botargas) se vean en todos lados; que todo sea color rojo o rosita (¡yuk!); y que si no le regalas flores a tu novia estás en serios problemas porque no te interesa… y como tantas otras cosas… También eso de celebrar sólo porque a la otra persona le interesa, aún cuando implica un dolor a tu economía, salud mental y orgullo, no me cabe por la cabeza. Con todo respeto, yo no es que tenga nada con que exista un día para recordarnos a las personas importantes, las amistades y los amores, y que sirva como incentivo para brindar por su salud, bienestar, además de un profundo agradecimiento por la oportunidad, pero sí estoy completamente en contra de todas las «normas», de lo que hay que comprar, y de sus colores. Me choca ya lo saben.

Si mi tía me considera una desgraciada porque no comprende como es que alguien de mi edad no celebra San Valentín, y que no debería de ser tan apática y desonsiderada, pues que me considere. Feliz San Valentín para todos, y lo digo en serio, pero no con toda la parafernalia que mañana vamos a tirar a la basura…

No falta la gente que odia este día por el simple hecho de no tener una pareja a quien darle besitos, eso me queda claro, pero sí tienen amigos, o eso espero, que al igual no tienen pareja. Aunque podría ser que se tratase de un mal recuerdo de un mal amor, que… vamos.. ¿no dicen por ahí que más vale solo que mal acompañado? Yo apoyo la moción, pero definitivamente un día como este, con todo lo que dicta en su panorama, llega a tornarse pesado, difícil e imposible sucumbir a la falta de respeto y dignidad.

Así que, que viva San Valentín, pero que nazca de mi ronco pecho, que no sea testigo de cómo soy víctima del consumismo de reciclaje, porque yo hoy no voy a ningún lado, porque es imposible hacer cualquier cosa, y si mis amigos me perdonaran, sólo quiero decirles que no tengo dinero para comprarles sus corazoncitos de caramelo, pero que cuando pueda, será época de cena y vino y whiskey.valentinesmayhem.jpg

14 pa los cuates

Existen ciertos lazos que nos unen en reconocimiento intenso con otras personas. Suena como si fuera algo más allá de lo tangible, pero definitivamente no es mesurable. Ciertos lazos se conforman simplemente por coincidir en el mismo lugar a la misma hora, y en ocasiones se comparte el paso del tiempo como si este no existiera. Recuerdo hace tiempo cuando se me preguntara si estaba arrepentida de haberme quedado a estudiar en México, y quizá haya quien recuerde lo que dije entonces, y lo que sigo diciendo ahora: No me arrepiento sobre todo por la gente que he conocido, por las personas que me acompañan, y esas personitas que están más clavadas ahora que lo que nunca pensé que estaría nadie.

Esto de las amistades se parece tanto a lo que hablan del amor, que al final se convierte en uno mismo, porque si no consideras a tu pareja un amigo entonces la cosa no funciona, y si tus amigos no se convierten en tus amores, entonces se diluye la relación en medio de una procesión de sombras. Se requiere tanta paciencia y esfuerzo para una amistad como la que se requiere para una pareja, aunque los amigos suelen apreciar la distancia y la cercanía de un modo diferente, y cuando son sinceros están ahí a pesar de los largos períodos de silencio y ausencia, y siempre te reciben con los brazos abiertos.

Como muchos saben, no soy muy fanática de esta fecha, ni de todo lo que implica en cuanto a mercadotecnia y publicidad, y menos a eso de los globitos, las flores, los regalos, las tarjetas, y los peluches (aunque todas esas cosas me encantan)… pero yo con esta idea de que cuando quiere a alguien no tienes que regalarles nada en un momento en especial, sino en el momento en que te nacen, y son esos detalles los que van colmando de suficiencias la realidad de una amistad mucho más sólida y significativa. Así que no voy a regalar ni chocolates este año, sólo un poco de felicidades, un gusto y un cariño que se comparten aún cuando en este día me comporte como un Grinch.

Humanizando leyendas

Hay algo de intimidatorio en un diario, sobre todo en un ajeno más allá de la curiosidad  y la gula, se trata de una autobiografía íntima que entre sus pausas devela una historia en la que el personaje principal puede llegar a convertirse en una sombra que se recuerda de vez en cuando. No es que haya leído muchos diarios (ni siquiera releo muy a fondo los míos), pero llega a ser incómodo. El primero que leí fue el Diario de Ana Frank, más por su valor histórico que por entender algo más allá sobre las acciones de Ana Frank. El segundo, y quizá el último, fue un período de seis años de los diarios de Virginia Woolf (1925-1930). Ella vivió cerca de 60 años, y una décima parte de su vida quizá no sea suficiente para desentrañar el hilo y aguja de su tan mencionada obra literaria, pero sí un poco de su persona. A menudo se nos dice que es indispensable conocer la biografía de un autor para conocer en realidad su obra, pero en el caso de Virginia, la verdad es que no estoy del todo convencida. Muy en el fondo me sentí invadiendo una vida, una serie de cuadernos en los que ella se propuso escribir sus sentimientos y experiencias, y que quedaron en manos de su esposo Leonard, quien decidió publicarlos tras el suicidio de ella. Reconozco que en este período Woolf alcanzó un renombre en el mundo literario, además de estabilidad económica, además de la creación de obras como «Al Faro» y «Las Olas»… pero no…

vw.jpegNo todo es tan malo, finalmente al leer un diario, la persona se humaniza, ya sea que le quieras o no para cuando termines, porque no se trata de su humanidad o crueldad, sino simplemente de su condición humana. En el caso de Virginia, se pueden sentir sus aflicciones, torpezas, anhelos y refelxiones, además de quejas y sutilezas. Finalmente detrás de la gran figura, detrás del gran nombre y de su comentada inteligencia, no se pueden dejar de lado sus sentimientos de superioridad intelectual ante otros, ni el que concierne a su status social, más de familia que de dinero, porque sí hay comentarios discriminatorios. Si, definitivamente termina por ser un ser humano, común y corriente, lo cual no es malo porque nos da un poco de esperanza a otros tan comunes y corrientes que hasta nos tachan de raros.

No considero su diario una obra literaria, aunque vale la pena rescatar sus descripciones de personas, lugares y época del año, además de algunas frases como:

«La única experiencia que nunca describiré [la Muerte]»
«El valor de la sociedad es que te desaira»
«Pero es curioso, estas comparaciones que se producen mientras uno lee una biografía, yo no dejaba de pensar que muy poco bueno se podría decir de mí.»

Probablemente me desmotivó tanto el leer un diario que no vuelva  a leer uno, al menos no con un prejuicio tan marcado. Se dice que los buenos escritores han tenido vidas dramáticas, y que es gracias a ello que logran escribir lo que escriben, pero en la vida de Virginia Woolf el dramatismo es quizá la pugna de sus amores y sus peleas con la sirvienta, pero no así tan dramático. No pretendo cometer la imprudencia de decir que conozco toda su obra y toda su vida, y my probablemente algún conocedor y amante de la vida y obra de VW se ofenda, pero sin ánimos de provocar tal sensación, me atrevo a decir que no me gustaría pensar que el momento más dramático de la vida de VW haya sido su muerte, más por lo teatral y hasta poético de los detalles, que por el hecho de que haya sido un suicidio…