Muñequita

Es una ilusión, tan simple como el espejismo de un sediento en medio de un mar de arena, pero un déspota juega a quererla. Baños de oro falso para que la niña sonría un poco entre cada soledad. Un nuevo viaje y una nueva ventana para observar una luna. Tan cerca y tan lejos de un sentimiento de reconocimiento al mirarse en el espejo, como quien a un niño escucha llorar imaginando que es el propio.

Sueños. Nos cuestan como la propia vida y nos arrancan lágrimas mientras en vela nos juramos que no hay nada que no sea lo que nos hemos merecido. Y claro que así es para la muñeca de palacio de cartón, entre tules y macetas de un jardín de tulipanes.

Cuatro días más y será la reina de una parcela de loseta con aroma de algodón. Será tan suya como su propia palabra, convencida de convertirse en sonrisa. El sueño de un vestido de merengue, flores de seda y baños de arroz para jugar a que es real cuando con su bastón de hojalata y sudorosa frente dijo «sí» a una historia de cuento por el puro gusto de ganarse una esclava.

Una historia mil veces contada, mil veces callada y tantas veces cegada.

Ella forja su destino, sus premios y recompensas para después culpar a la vejez y al tiempo de su desgracia heredada, que a su vez prometerá como salvación al producto de sus entrañas.

Círculo vil de quien a ella la parió y a él lo engendró en un mullido e insensato siseo.

Muñequita, muñequita que sin ojos te acuestas, levanta la mirada que la mañana se termina y tu jaula de cerámica se resquebraja con la humedad.

Muñequita, muñequita, es hora de que al acostarte tus ojos no se cierren.

Muñequita, muñequita.

Un comentario en “Muñequita

  1. Historia común en la humanidad, contada de manera interesante. Y el ejército de muñequitas siguió cumpliendo su tradicional función. A veces eran muchas, a veces no eran tantas, pero siempre las ha habido y las habrá.

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