El sueño no tiene prisa (debralle)

Eran dos capitanes, tan amigos que con el tiempo dejaron de conocerse, aunque a lo lejos se identificaban izando al viento un par de banderas irreconocibles para nadie más. Uno, cansado de navegar a toda máquina, harto de tan sólo rozar las orillas para zarpar de nuevo, hastiado de no saber más que de prisas, aburrido de huir de las tormentas, y  desconociendo la importancia del paso del tiempo, decidió izar a media asta su bandera en el penúltimo encuentro. El otro, entiendo el llamado, apresuró motores para acercarse y descubrir el motivo de tan urgente llamado.

Es Año Nuevo y entre mis propósitos está en volver un poco a ese momento, cuando niño, que el tiempo no era prisa, donde llegar a tiempo no era llegar el primero, y donde la satisfacción no venía de la cantidad de logros, sino de un logro bien disfrutado, decía el Uno sin dejar de retorcer sus manos. Estoy nervioso, pero hay un favor que necesito de ti. El Otro, sin saber qué responder asintió, y sin dejar de buscar los ojos de Uno.

Hagamos un trato, un año nada más, te delego mis rutas, mi barco y tripulación, mi prisa y mis orillas, a cambio de las tuyas, propuso Uno.

Otro, sin prisa, aspiró profundamente y mirando al cielo respondió, Hay muchas cosas que ver en los mares y en las orillas, he visto tanto que no sé en dónde más posar mis ojos, pero el tiempo sí es algo tan relativo como que en ocho hora despierto se desembarca una carga, y en ocho horas dormido se viaja a la Luna cuantas veces se desee. Tremenda pausa, la de Otro, que desesperó a Uno quien no dudó en escupirla, ¿Pero dime, lo harás o no? Mira que no tengo mucho tiempo, y la tripulación se impacienta.

Otro, bajando la mirada de las nubes la clavó en los ojos de Uno. Es un trato. Pero no prometo que las prisas de tu carga lleguen a tremenda hora, ni que tu tripulación reciba tanto como acostumbra. Pero parece un buen trato, amigo.

Y sin más cambiaron de barco, de tripulación, de carga, de destinos, y hasta de relojes. Bajaron banderas y partieron, con el Año Nuevo con la promesa de encontrarse. Otro comenzó a transportar relojes, y Uno aprendió a desembarcar almohadas.   El mundo seguía durmiendo y soñando por las noches, mientras el tiempo pasaba sin perder la cuenta.

Un Año Nuevo, el siguiente, Otro, desde el barco de Uno, izó la bandera a media hasta, para descubrir a Uno haciendo lo mismo desde el barco de Otro. Nuevamente se acercaron, nuevamente miraron al cielo, y sin más entregaron sendas cargas, tripulaciones y orillas al original.

¡Dame mi tiempo!, reclamó Uno sin aceptar el abrazo de Uno. En Inglaterra son impuntuales, en Suiza olvidaron hacer relojes, y hasta llegaste un día tarde a este Año Nuevo. No quiero tus almohadas, no quiero dormir, me sobrará tiempo eso cuando muera. Sin mirar atrás, subió a su barco, bajó la bandera y la quemó. Adiós a la amistad, imaginó, y partió.

Hoy es mañana, dijo al viento Otro, pero a pesar de todo con tiempo de retraso, más o menos relojes, la gente sigue pidiendo almohadas para soñar mientras el sol trabaja del otro lado del mundo, sin importar si hay un tic más o menos. Hasta siempre amigo. Me quedo con mis almohadas, que siempre llegan a tiempo para acomodar el sueño más deseado…