Un velo, como tantos otros que alumbraron, y poco a poco dejaron derretir las aspiracioness y necesidades del más atrevido de los genios, para promoverlo a valedor, y sacó al nigromante del secreto de su inutilidad, un velo que parece moribundo. pro un momento la pluma se entretiene y deja su propósito como algo helado, perdido, abandonado y olvidado. Se deshace la llama de su alumbro y se procura el descanso de un noticiero agotado de la misma humanidad. Quizá lo que se agota son los sinónimos, la prosa de todos y el invento de todos los sueños. Para cuando salga el sol la realidad dolerá lo mismo, sólo que enmascarada en el burdel de sus palabras sin pausa. Entonces el único extraño es el que aún desliza la pluma y se provoca la única rendición de cuentas.
La misma norma de hambruna que provoca el sobrepeso, es la que abre la válvula de escape para ahogar el silencio. Durante un momento la propia oscuridad parece el velo de la sensatez, y las cuatro paredes apenas logran sostener la fuerza portentosa de su cimiento. Finalmente no se trata de tener una vida dramática para conformar un éxtasis, si con una sóla vida se pueden vivar tantas, pero el problema reside en decidir cuál escoger cuando se está fuera, y hacer del resto una experiencia digna de ser contada, como un poco de todo y nada de mucho. Poco a poco se consume el tiempo y la propia comunión se desmorona con el escape de aceptar lo que no te provoca.
Si, quizá se trata al final de un lugar oscura y desleal del que emanan las propias fantasías que no se quieren, como las que se eluden con el insomnio. Este lugar oscuro que en realidad ya no existe, sólo el hueco que quedó y aún no se ha dado la tarea de llenarse. Eso es lo que emana, por una completa negativa a la despedida. No importa estar del otro lado del abismo cuando la costumbre era la posibilidad de no moverse, y una opción caer al fondo. Eso es lo que resuena, y quizá mañana las ramas sostengan algo más que un pasado, sino esa piel que ya no queda.